Just like the old days - Albus S. Potter

❝ Just like the old days

Un domingo de Diciembre - 4:30 pm

El cuadro se movió con un chillido, revelando una simple y pequeña puerta de madera. Lillian tomó el picaporte y empujó hacia adentro, adentrándose en ese fantástico lugar que escondía la pintura con el bol de frutas. Saludó amablemente a los elfos y se paseó por en medio de las mesadas, inspeccionando lo que estaban preparando. No era raro que Lily Potter se pasara por las Cocinas de Hogwarts, solía hacerlo siempre que tenía un rato libre y ganas de llenarse el estómago. Los elfos eran criaturitas respetables y muy serviciales, criaturas que la estrenduosa pelirroja respetaba y quería. La chica podía pasarse horas en aquella habitación, contándole a los elfos domésticos sobre su día o sus planes para las vacaciones o sobre lo que pensaba acerca del gran trabajo de su tía Hermione para conseguirles más derechos. Los elfos jamás se quejaban de que Lily hablaba demasiado, nunca pretendían que se callara o dejara de reír, no como algunas personas. Entre aquellas adorables criaturas Lily se sentía libre, no juzgada. Esa era la principal razón por la que visitaba las Cocinas, además de los manjares que allí se encontraban.

Tomó asiento junto a la pequeña mesita y enseguida un par de elfinas le alcanzaron una variedad de postres inimaginables. Eran tan encantadores, tan encantadores que Lily tenía ganas de llevarselos a casa. No para que limpiaran su cuarto o hicieran su comida, si no para tenerlos allí para charlar. Le harían falta cuando comenzaran las vacaciones de Navidad, por más que no lo admitiera. —¿Puedes creer que me haya puesto un Aceptable?— Le preguntó la pecosa, incrédula, a uno de los elfos. —¡Merecía mucho más! Me había pasado días estudiando para ese exámen, no es justo ¿Verdad? Apuesto a que piensas igu— El sonido de la puerta cortó la linea de pensamientos de la gryffindor, que se distraía con mucha facilidad. Se volteó para ver quien osaba interrumpir su charla y, antes de que pudiera quejarse, sus ojos se encontraron con Albus. Una sonrisa se formó en sus labios.

—¡Al!— Exclamó alegremente la pelirroja y no pudo evitar recordar su primera vez en aquella parte escondida de Hogwarts. Albus le había enseñado las cocinas en su primer año y Lily había quedado fascinada.

Al sentir el abrazo de su hermano, su sonrisa se ensanchó, Lily no era una persona que disfrutara demasiado del contacto afectivo, su familia era la única excepción. Se encojió de hombros y soltó una carcajada cuando Albus susurró en su oído, para luego separarse de él. —Bueno, es que ¡Albus! ¡No puedo tener un Aceptable en Pociones! Me esfuerzo, lo juro, solamente me odia porque cree que soy una niña mimada.— Lillian se cruzó de brazos, molesta. ¿Porqué todo el mundo pensaba que sus padres la tenían como una princesa? Bueno, sí, le daban casi todo lo que pedía, pero no era una malcriada, por supuesto que no. Odiaba que las personas pensaran así de ella, no sabía como era su vida, no sabían su relación con sus padres. Sí, su madre podía comprarle muchas cosas y todo, pero ambas tenían un carácter fuerte y se la vivían peleando. Harry era más calmado, el que siempre hacía sentir culpable a Lily por gritarle a Ginny y funcionaba como el pacificador entre las dos.

—Creo que me quejaré la próxima vez, no es justo.— Murmuró, pensativa. —¿Puedes creerlo? ¡Me ha puesto un Aceptable!— Repitió y se metió una galletita de chocolate en la boca para callarse a si misma. No quería seguir extresandose sobre el tema, no tenía sentido hablar sobre eso, ya lo arreglaría con el responsable de la clase. Si algo había aprendido era no darse por vencida en aquellas cosas en las que creía y, si Lily Potter creía que merecía una mejor nota, se aseguraría de obtenerla. Tenía fama de quejosa e histérica por esto último, pero poco le importaba.