.:Happy New Year, Elf:. ~ Dominique A. Weasley

Enero | 13:18 horas | Pasillos del Primer Piso | - 2 °C

Las fiestas decembrinas habían sido algo que estaba muy lejos de calificarse como grato. Se había aburrido hasta la muerte  en casa de sus abuelos, y para terminar de joder su existencia ni siquiera había obtenido los múltiples y ostentosos regalos que solía recibir año tras año, por el contrario únicamente había obtenido un  juego de ajedrez mágico y un libro. El había pedido una escoba, de manera tan directa que era imposible que su madre no hubiera comprendido el mensaje, pero no... le dio ¡Un libro! ¿Cómo se podría divertir con eso? ¿Cómo podría jugar Quidditch con eso? La única utilidad que tendría ese estúpido libro para el deporte mágico sería usarla como bludger porque era tan grueso que seguramente haría sangrar la nariz del desafortunado que se cruzara en el camino cuando lo lanzara. Y para su desgracia, las vacaciones habían terminado finalmente, y tuvo que regresar a Hogwarts, el único lugar más aburrido que la casa de sus abuelos.

Esa mañana que llegó al castillo, se obligó a ir al comedor para lo que sería su primer desayuno del año, había poca gente y el se dedicó a jugar con la comida mientras observaba al resto de los alumnos con cierta antipatía, su mirada se posó en la mesa de los tejones, no pudo reprimir la mueca de asco que se reflejó en su rostro, antes de que muy lentamente una sonrisa burlona se dibujara en sus labios. Se giró para observar la mesa de maestros, y su sonrisa se volvió maliciosa al percatarse de que habían pocos catedráticos. Se rascó la barbilla, analizando la situación y la probabilidad de obtener un castigo por eso; realmente  no tuvo que debatirse demasiado tiempo antes de decidirlo, sinceramente le importaba un carajo, así que encogiéndose en hombros, echó una última mirada a la mesa de maestros y sacó su varita con discreción apuntando a un grupo de Hufflepuff que desayunaban tranquilamente. Tres de las tartas que estaban en la mesa de los tejones explotaron haciendo volar la comida por doquier y manchando a los impuros. Halsten tuvo que hacer un gran esfuerzo para mantener su expresión indescifrable mientras uno de los catedráticos se apresuraba hacia la mesa en donde había ocurrido el incidente. Se obligó a terminar su comida, sin enviar una mirada hacia la mesa, conteniendo la risa para no delatarse, cuando pensó que ya no podría parecer  sospechoso, se levantó -No puedo creer... estos impuros ni siquiera saben comer con decencia...-soltó en voz alta cuando pasó por la mesa de los tejones, y salió del Gran Comedor con sonrisa burlona en su rostro.

Fue hasta que llegó al pasillo que se permitió reír divertido ante la situación, estaba tan entretenido que estuvo a punto de chocar con una rubia pero para su suerte pudo evitarlo, sus ojos se clavaron en los de la joven, reconociéndola.-¡Cuidado, Weasley!-siseó alejándose de ella, fingiendo limpiarse la suciedad de su ropa mientras una sonrisa de suficiencia aparecía en su rostro.-Con tanta escoria en este colegio casi no me queda lejía para quitarme la mugre de encima...-comentó burlón.-¡Ah, y por cierto! Quizá deberías entrar al comedor... hay mucho que limpia..¿para eso si sirves, no?-añadió mirándola a los ojos, el brillo burlón que reflejaba su mirada era innegable.-Al no ser... que estas navidades te hayan regalado un calcetín..-todos los impuros entraban en la misma categoría para él: elfos domésticos jugando a ser magos, y todos los Weasley, solo por el hecho de llevar el apellido que se relacionaba con impuros, habían sido relegados automáticamente a esa categoría.

En un suspiro las vacaciones habían llegado a su fin, no era que disfrutase en demasía regresar a mi antigua habitación en el ático de Shell Cottage —donde lo pedí exactamente para poder visualizar el mar en las mañanas— pero al menos me mantenía alejada de este laberíntico castillo y de la mirada de todos los que insistían en sentir pena por lo acontecido en Beauxbatons. Por la mañana, mis padres decidieron dejarnos a Louis y a mí en la estación, además de Vicroire que, por si fuese poco, se unió a ellos. A mi rubio hermano se le veía bastante feliz, pero a mí me molestaba un poco que se me tratase cual niña pequeña, no estaba acostumbrada a este tipo de celebraciones aunque en cierto modo lo entendía e intenté darles gusto. Mi padre había hablado conmigo una noche antes, me dio ánimos y acarició mi cabello como cuando era pequeña, diciendo que al fin se le cumplía su capricho de acompañarme a tomar el expreso de Hogwarts.

El viaje no fue demasiado tedioso, sobre todo porque la pasé conversando con Rose y Albus, sin olvidar a mis primos franceses; mas al llegar, ya había oscurecido. En mi mente no había otra cosa que marchar a los invernaderos y dormir, lo cual hice, logrando conciliar el sueño más rápido de lo que esperaba.


A la mañana siguiente, desperté bastante sobresaltada, puesto que la tenue luz del día ya entraba plácidamente por los ventanales. No había nadie a mi alrededor, así que posiblemente la hora del desayuno se me había pasado. Me vestí, acomodando meticulosamente cada detalle de mi uniforme y atravesé los jardines con una velocidad mayor a la que hubiese empleado en condiciones normales, cuidando de no tirar el libro que mi abuela Apolline me envió en Navidad. Una novela ligera que había visto algunos días antes de entrar al colegio y que prometí obtener para las vacaciones, me había olvidado completamente de el pero se encargó de hacérmelo llegar. Adoraba a mi abuela, siempre conseguía obsequios de ella que encajaban perfectamente con mi personalidad, como si pudiese ver a través de mí. Algo que pensaba sólo mi padre podía hacer, o incluso Rose, quiénes podían decir conocían más de mí que muchas personas.

En un abrir y cerrar de ojos arribé al castillo, en donde tuve que concentrarme en esquivar a los grupos de chicos que ya salían del Gran Comedor. Algunos me dirigían una sonrisa, otros me deseaban un feliz año, incluso hubo un par que intentó flirtear conmigo, logrando sólo conseguir una mala mirada de mi parte. No fue sino hasta doblar en un pasillo que, debido a un pequeño descuido al corresponder el saludo de alguien —que en alguna ocasión abrió una puerta para mí y que ahora parecía pensar que podíamos ser grandes amigos—, provocando que casi chocase con un Durmstrang, cuyo uniforme le delataba. Gran error. No tuve que esperar mucho para reconocerle, para que mi rostro pasase de cordial a uno bastante despectivo, a medida que las palabras del chico taladraban mis oídos. No existía persona más hostil dentro de Hogwarts, o al menos no me parecía haber conocido a alguien que lo fuese, que ese Durmstrang — Es difícil que logres quitar toda la mugre si toda tu persona en sí es una enorme mancha — repliqué, sin poder contenerme. Normalmente hubiese puesto los ojos en blanco y proseguido con mi camino, pero había algo en él que me instaba a continuar las discusiones. Tal vez era que siempre me incluía en el paquete familiar Weasley, quizá se trataba de eso y, al mismo tiempo, que picaba mi orgullo con demasiado desenfado.

Me irritaba demasiado su forma de ser y actuar, que aun siendo menor que yo se sintiese superior y no tuviese reparo en expresarlo, cuando ése debía ser mi papel — Muy gracioso, Vågnes. Al menos has ampliado tu vocabulario — musité acomodando el libro entre mis brazos para evitar que resbalase y enarqué una ceja para denotar mi molestia — Oh, y si tanto te interesa limpiar es porque tal vez fue tu culpa el desastre, ¿cierto? Quizá debería entrar y advertirle al profesor Longbottom en quién debe fijarse si busca culpables — añadí con cierto tono burlón, sin abandonar completamente mi acento francés, el cual seguía persiguiéndome a pesar de todo. No podía evitar contestarle, era como si las palabras cobrasen vida y saliesen por mi boca sin darme tiempo a razonarlas. Odiaba que un chico lograse colmar mi paciencia en tan sólo unos instantes.

Era extraña su forma de percibir las cosas, alguna vez su madre se lo había dicho... y quizá también alguno de sus amigos de su antiguo colegio. Era una persona sumamente observadora, lamentablemente usaba su habilidad para poder joder a los demás, y no para algo "productivo", solía recriminarle su madre cada vez que soltaba un comentario que era capaz de enfurecerla. Era desagradable, y el hecho de que le importara un carajo lo que pensaran de él, no hacía más que afianzar esa forma de ser que lo convertía en un auténtico dolor en el trasero. Así que pudo percibir el gesto despectivo que la rubia le dedicó, seguido de una  réplica, que no le produjo más que ganas de echarse a reír. -¡Venga, røyskatt trykt!-solía emplear su lengua natal para insultar a los otros, "røyskatt trykt" era el apodo exclusivo de esa Weasley, de cierta forma, los insultos en su  lengua salían de manera espontánea, por mero impulso, ni siquiera le importaba que el otro no comprendiera, sobretodo porque como todos esperaban algo malo de él, tomaban sus palabras mucho más insultantes de lo que de verdad eran. -Sé que aunque sea alguien como tú, puedes darme un insulto mucho mejor...-comentó burlón, la sonrisa ladeada en su rostro y sus ojos brillantes era seña de lo mucho que le divertía que la rubia hubiera seguido sus insultos.

-¿Mi vocabulario?-parpadeó ligeramente sorprendido, tratando de recapitular cada una de sus palabras para encontrar cual había sido aquella que había "sorprendido", por decir de alguna manera, a la rubia.-¡Por Merlín, Weasel!-exclamó finalmente antes de soltarse a reír.-¿Esas palabras te parecen parte de un amplio vocabulario?-preguntó burlón.-Y según yo estaba empleando el vocabulario más vulgar para que pudieras comprenderme...-agregó cruzándose de brazos e irguiéndose frente a ella.-Eso es una verdadera pena...porque significa que no podré usar palabras como advenediza, badulaque, cenutria.. todas aplicables para ti, por supuesto..¿pero que gracia tiene si no logras comprenderlas?-dijo con fingido pesar antes de soltarse a reír entre dientes.


Sus ojos brillaron enigmáticamente ante lo que pareció ser una amenaza de la Weasley.-¿Culpable? Yo no tengo la culpa de la torpeza de los impuros para comer...-alegó sonriente.-Y no es que me haya importado la limpieza, solamente soy partidario de que todos deberían hacer el trabajo que les corresponde... Así que, ¿Qué esperas para ir a limpiar, elfo?

Ya había pasado antes que el chico se dirigiese a mí en un idioma que no lograba entender, pero tampoco se debía ser un poliglota para darse cuenta que aquel conjunto de palabras que ya había usado en alguna "conversación" conjunta no podía ser sino más que un insulto o una manera de burlase sin que fuese capaz de comprenderlo. Probablemente aquello le causaba un mayor regocijo, y la mueca que usó al responder confirmaba mis sospechas — Estás equivocado, yo no pretendía insultarte. Simplemente me han enseñado a decir la verdad — repliqué, utilizando ese porte elegante que caracterizaba a la academia francesa y que a la que me rehusaba a renunciar frente al susodicho.

Algo en ese chico simplemente rompía mi tolerancia, el que fuese menor ayudaba, el que intentase humillarme a toda costa no provocaba mas que un aumento en mi repudio hacia él, que alardeaba tan campantemente de su superioridad y que creía firmemente que cada uno de sus pensamientos eran irrevocables, que tenía en sus manos la verdad absoluta imposible de cuestionar — Me parece que la ironía es desconocida para ti — añadí, colocando los ojos en blanco intentando rodearle para seguir mi camino —  Pero no estoy dispuesta a seguir tus juegos, búlgaro. Deberías hacer uso de tu vasto rango de conocimiento para algo productivo en vez de idear nuevas formas para eclipsar la tranquilidad de los demás. En verdad, date un descanso, debe ser cansado — musité con sarcasmo, enarcando una ceja, aunque no pude evitar desistir de responder a su insinuación sobre los elfos domésticos que mi tía tanto había defendido desde muchos años atrás.

Actualmente sólo pocas personas mantenían ese tipo de ideas sobre las criaturas de orejas puntiagudas que se encargaban con placer de las labores hogareñas en casa de miles de magos a lo largo de Inglaterra y del mundo, tratándoles como esclavos en vez de amigos. Muchos menos eran los que intentaban insultar a los demás usando como apelativo la referencia hacia dichos miembros del mundo mágico. Fruncí los labios al mirar su sonrisa, su nivel de cinismo era incalculable y conseguía su objetivo, el cual claramente era disgustarme, muy a mi pesar — Mira, pero si no necesito que me lo confirmes para saber que he acertado, eres la única persona lo suficientemente ruin para cometer un acto así y simplemente salir a alardear de ello fingiendo demencia sin remordimiento alguno — afirmé, alejando un mechón de cabello de mi rostro — Deja de llamarme elfo, ¿quieres? Ese insulto es de hace dos décadas y, pese a todo, ya desearías tener la mitad de la inteligencia que posee un elfo, sus poderes son algo que no podrías comprender al tener la mente tan cerrada y un razonamiento por demás arcaico — finalicé, dedicándole una sonrisa suficiente al final, sin dejar mi porte defensivo.

La escrutó de manera minuciosa durante su discurso, era cierto que la rubia tenía un porte que podría pasar por elegante, pero Halsten sabía perfectamente que ese porte iba muy lejos de lo que ella era y representaba, por más porte que tuviera no podría decir que una Weasley amante de los muggles tuviera algo de elegante. Una perfecta ceja se enarcó en su rostro ante la réplica de la rubia.-¿La verdad, dices? -cada una de las palabras destilaban ironía e incredibilidad.-Ahora empiezo a pensar que tu percepción de la realidad esta terriblemente distorsionada...-siseó-¡Por Merlín! ¿Debería avisar a San Mungo para que te internen?-exclamó, fingiendo sentirse horrorizado antes de soltar una carcajada.

Sonrió con cierta diversión cuando ella lo rodeó, simplemente la siguió con la mirada; aunque no tenía ganas de dejarla ir tan fácilmente, apenas empezaba a divertirse con ella como para dejarla marchar. Todo lo que dijo pasó prácticamente sin generar ninguna reacción diferente a la de diversión. Si, efectivamente le encantaba molestar a las personas, y él veía esa "afición" como algo productivo, después de todo le producía satisfacción a la persona más importante: él. Sin embargo, solamente hubo una palabra que logró molestarle en cierta medida, y una mueca de hastío apareció en su rostro. ¿Búlgaro? ¡Búlgara su pu...!-Weasley, ¡Por Merlín, ten algo de cultura!-gruñó sin lograr ocultar su descontento.

Tan rápido como su descontento había aparecido, desapareció. Y como no hacerlo ante el "discurso" tan apasionado de la rubia sobre los elfos domésticos. Halsten parpadeó un par de veces antes de echarse a reír con ganas, ¡Por Merlín, Circe, Morgana y cualquier otro mago o bruja importante! ¡Esa rubia lo mataría de la risa! Finalmente terminó aplaudiéndole, mientras trataba de controlar su risa, sin despegar su mirada burlona de ella.-¡Impresionante discurso!-se mofó.-Claro... quien más podría defender a un elfo de modo tanta vehemencia, que alguien de su propia raza-siseó divertido.

Off-Rol: