Grace & Charm - Draco Malfoy

Echó un último vistazo hacia el interior de su despacho comprobando que todo estaba en orden, no le gustaba dejar cosas pendientes ni a medio hacer para el día siguiente. Se había vuelto bastante exigente con su trabajo y esto le había alegrado con un ascenso, ahora no podía relajare ni lo más mínimo. Lo importante no era llegar al podium, sino mantenerse. Finalmente cerró la puerta con la mano derecha mientras sujetaba la chaqueta con la izquierda. Las mesas de los magos que estaban a su cargo tenían el papeleo bastante avanzado, muchos de ellos habían podido irse como estaba a punto de hacer su jefe. Draco pasó altivamente entre sus trabajadores despidiéndose con un simple movimiento de cabeza y se dirigió al ascensor. No tardó en bajar hasta la planta donde se encontraba la Red Flu. Usó la chimenea para viajar hasta una taberna a las afueras de la Mansión. Sacudió la ceniza de los hombros y salió por la puerta trasera para no tener que pararse a escuchar los cotilleos que la dueña del local aireaba cada vez que entraba un cliente. Se puso la chaqueta pues la temperatura a las afueras había descendido con respecto al centro. Por primera vez en mucho tiempo no tenía cosas del trabajo rondando por su cabeza. Aquello le atormentaba, no soportaba no tener nada en lo que pensar pues su mente daba vueltas hasta llegar a un único destino, su hijo. Se frotó la frente mientras caminaba acercándose a la entrada principal de la mansión. El enorme portal negro se abrió por la presencia del dueño de la casa.

Los elfos que trabajaban en casa no tardaron en aparecer haciendo sus estúpidas reverencias. A Draco le resultaría gustoso patearles el culo por su peloteo insistente, pero no lo hizo recordándose a si mismo que aquello no era propio de un caballero. Subió las escaleras de la enorme mansión dejando la chaqueta sobre el posamanos a sabiendas de que los elfos no tardarían en cogerla y ponerla en su sitio. Cuando se encontró frente a la puerta de la habitación trato de estirar los músculos faciales pues le gustaba dar aquel aire de frialdad y sabía que en cuanto viera el hermoso rostro de su mujer no sería capaz de reprimir una sonrisa.

Entró sin articular palabra alguna. Recibió aquel beso con agrado rodeándola impulsivamente por la cintura. Ya estaba, no podía evitarlo. Una sonrisa se formó en su semblante a pesar de haber tratado de ocultarla con todas sus fuerzas. ¿A quién quería engañar? Con ella le era imposible no hacerlo.

- Estás muy guapa

Cogió la cremallera del vestido y la subió con cuidado rozando con un dedo la piel de la espalda de Astoria. Vio como ella se retiraba para retocarse el cabello y él aprovechó para cambiarse de camisa. No desanudó la corbata pues tras llevar años y años usándola todavía no había aprendido a hacer el nudo. Se puso la nueva camisa y tras abotonarla se volvió a poner la corbata apretándola lo suficiente.

Una lechuza, ¿serían malas noticias o buenas? ¿debería abrirla ya o disfrutar del poco tiempo libre que tenía? El tic tac del reloj de su despacho sonó en su cabeza transportándolo a su oficina y pensando de nuevo en los informes que tendría que cubrir al día siguiente. Monotonía, rutina… necesitaba huir de eso. Decidió no abrir el correo hasta la mañana siguiente, era justo. No quería más problemas por hoy.

Se acercó al espejo donde Astoria se estaba mirando y pasó una mano por el cabello rubio para echarlo hacia atrás y ponerlo de la manera más cómoda posible. Sus ojos rodaron hasta los aretes que se había puesto su esposa. Se los había regalado él, no recordaba cuando, pero al menos recordaba que eran un regalo suyo. Pasó sus manos con delicadeza por las mejillas de ella hasta llegar a los aretes y la miró en el espejo.

- Parecen dos aros de Quidditch. 10 puntos para Slytherin