Winter is here - Gael Bécquer

❝Winter is here

Diciembre - 6:00 pm - Jardines de Hogwarts

El cabello color fuego de Lily Potter brillaba como una vela en la oscuridad, se podía ver desde cinco metros de distancia y era imposible no reconocerla. Sí, también estaba Lucy, la otra Weasley pelirroja que quedaba en Hogwarts, pero Lillian era muchísimo más baja que ella, por lo que no, no se podía confundirlas. ¿Qué hacía la bruja fuera con tan altas temperaturas? Había pasado a visitar a Hagrid en su cabaña, ciertamente la nieve no era un obstáculo para la Gryffindor, pocas cosas le impedían obtener o hacer lo que quería. ¿Que si había valido la pena? Por supuesto que sí. El viejo Hagrid merecía estar acompañado, era un buen hombre - o, mejor dicho, medio gigante - y a la pequeña Potter le encantaba verlo sonreír. Además, el barbudo sabía muchísimo sobre Hogwarts y criaturas mágicas y en aquella choza que tenía se estaba muy calentito, por lo que la chica no encontraba ningún pretexto para no ir a pasar algunas de sus tardes con él. Lily amaba oír historias y hacer felices a los demás, Hagrid le dejaba hacer las dos cosas.

La pelirroja se ajustó la bufanda escarlata y dorada alrededor del cuello, pues el gelido viento ya comenzaba a colarse por cada hueco que encontrara, mientras atravesaba la puerta del gran hombre. Se había despedido de Hagrid con un cálido abrazo y la probabilidad de regresar en unos días, pero no sabía si iba a cumplir debido al clima. Lo cierto era que el frío era insoportable, pero Lily no iba a quejarse porque era sumamente testaruda y, si tenía que aguantar un poco de nieve para obtener lo que deseaba, lo haría. Sus ojos recorrieron los alrededores, buscándo el castillo en la distancia. No había parado de nevar en todo el día y se le dificultaba ver entre tantos copos desde aquella distancia. Y no, no es que fuera ciega como su padre, pero esa constante masa blanca frente a su rostro no era lo más cómodo. Se puso a caminar en dirección al Castillo, que por instantes lograba ver y por otros no. Unos segundos más tarde, de alguna manera, la pelirroja terminó en el suelo. Asombroso, perfecto. Sus mejillas estaban sonrojadas, sus pantalones cubiertos de nieve y sus guantes mojados. Soltó un bufido por lo bajo, molesta con su propia estupidez y, antes de que pudiera levantarse, algo se le apareció delante y casi la mata de un paro cardíaco.  —¡Bansh— Estaba a punto de terminar de soltar Lillian, mientras su mano se posaba en dónde, muchas capas de ropa más abajo, estaba su corazón, pero se detuvo al ver que lo que tenía delante no era más que un muchacho. —Merlín, me has matado del susto.—

Este era probablemente el día que había sentido más fríos, justo cuando comenzaba a creer que el tiempo comenzaba a mejorar. No había dejado de hacer frío desde que habían llegado al dichoso colegio inglés, pero desde que había comenzado a nevar era como la muerte para alguien que no estaba tan acostumbrado al frio, demasiado frío, siempre con temperaturas por debajo de 3°, siendo  los 5° la máxima que había sentido. Uno pensaría que a estos meses ya se habría acostumbrado, pero la verdad distaba de eso. No gustaba de los climas fríos, no eran completamente desagradables, pero la idea de tener que cargas con ropa extra, molestaba demasiado a Gael, aunque en Durmstrang tampoco es como que hiciera tanto calor, pero al menos no tenían un clima que cambiaba de manera tan drástica. En un momento había sol y al segundo siguiente ya estaba lloviendo. Gael había escuchado muchas veces del clima de Inglaterra, los había vivido en las vacaciones que había tomado en la ciudad con sus padres, pero nada se comparaba con el estar diario en el lugar. “A todo se acostumbra uno”, solía escuchar decir a sus abuelos y esperaba que fuera cierto, pues ya deseaba la llegada de las vacaciones para volver a casa, aunque era de esperarse que estuviera cubierto de nieve tanto como aquí.

Una vez que termino los deberes, que por el momento no eran demasiados, gracias a que llevaba un estricto régimen de hacer todo en cuanto se lo dejaban, si quería seguir siendo el mejor, debía esforzarse y en ocasiones hacer sacrificios. Todos siempre se quejaban mucho de eso, pero como en Durmstrang no había tenido una cantidad razonable de amigos, mucho menos eventos a los que acudir, no tenía mucho que perderse y ahora a los pocos conocidos que tenía, los conocía a todos de la biblioteca, así que, ¿Para qué salir de ahí? Pero hoy no le apetecía nada quedarse, ya no tenía nada más que hacer, además ya no debía faltar mucho para la hora de la cena, mejor llegar rápido a su sala, dejar sus cosas y volver al castillo, todo sin ser visto por tus compañeros de casa, particularmente hoy no se sentía con ganas de pelear o enfrentarse a las niñerías de sus compañeros. Camino sin mucha prisa riendo en ocasiones de lo que los cuadros tenían que decir, en verdad había hecho mal al no elegir Hogwarts como opción de colegio. Tomando valor salió a los jardines, abandonando la seguridad del castillo. A pesar de que los copos de nieve que aun caían le nublaban la vista, logro visualizar una cabellera roja y el cómo esta caía al piso ahora cubierto de nieve, por un momento se pensó el seguir como si no la hubiera visto, al final, quien más que alguien de su colegio fuera el que hubiera tenido el accidente, ellos nunca se detuvieron por él, ¿Por qué lo haría él ahora? “Soy mejor que ellos” se recordó caminando a la silueta. Y ciertamente no pudo evitar sonreír cuando vio a la chica y su túnica, Gracias a Merlín que no se había seguido de largo. – Me han dicho que soy feo pero… ¿Tanto como para asustarte a muerte? – comento divertido acercándose un poco más cruzándose la mochila por el pecho para poder ayudar a la chica – Vamos, déjame ayudarte – dicho esto le tendió una mano plantándose bien en el piso para no caer, la nieve era ciertamente muy traicionera cuando se lo proponía y ahora no podía permitírselo o ambos acabarían en el suelo y cubierto de nieve. – ¿Qué haces aquí afuera? Si no es muy entrometido claro, no es algo así como prohibido estar por estos lugares o aun no es la hora. Aun no estoy muy familiarizado con las reglas de este lugar – soltó sonriendo sacudiéndose los pocos copos de nieve que comenzaba a pegarse en su túnica, lo que menos quería era que se derritiera, se empapara y se enfriara aún más.

Una suave carcajada escapó de los labios de la pelirroja al oír su pregunta y sus ojos vagaron por el rostro del muchacho, inspeccionándolo. Lo miró básicamente de pies a cabeza, algo disimuladamente, y pudo darse cuenta de que definitivamente no era alguien a quien conociera, no era estudiante de Hogwarts ciertamente. Lillian conocía a todo el mundo en Hogwarts, al menos a los de los cursos mayores, y ese chico debía de tener unos dieciséis o diecisiete. No tenía pinta de ir a Beauxbatons tampoco, demasiado... ¿Como decirlo? duro, de facciones marcadas. Era de Durmstrang, por supuesto, no había otra opción. —Bueno, no estás tan mal.— Soltó -porque era una completa descarada- y se encojió de hombros con una de sus usuales sonrisas. Era cierto, no era feo, Lily sabía distinguir esas cosas, ciertamente. No le importaba informar de su opinión a los demás, no tenía nada que esconder y, si eras horrible, probablemente te lo habría dicho. Cuando él le tendió la mano, la bruja no dudó en tomarla. Se agarró fuerte para no resbalar y en unos segundos ya estaba de pie. Murmuró un "Gracias" - debía ser educada, lo sabía - y se sacudió la nieve de encima con una mueca. No era que no le gustara la nieve, pero ciertamente no le gustaba cuando estaba por todo su cuerpo. Se estaba congelando y la ropa le pesaba unas dos veces más así de empapada. No, definitivamente no estaba disfrutando el momento.

Cuando el chico siguió hablando, definitivamente comprobó que no era de allí. "Perfecta deducción, Sherlock" se dijo mentalmente y asintió distraídamente para darle a entender a su acompañante que lo estaba escuchando. —No es tan tarde aún, tenemos hasta las siete para estar dentro del castillo... Ocho cuando no tenemos estas temperaturas y nevadas constantes.— Explicó mientras se abrazaba a si misma, intentándo darse más calor. —Y, ah, estaba visitando a Hagrid ¿El guardabosques? Debes de conocerlo... Es medio gigante, no puedes no haberlo visto— Sus labios se curvaron ligeramente hacia arriba, demostrando su diversión. En el Gran Comedor era la primera persona que se veía en la mesa reservada para el personal, claramente porque era enorme y, bueno, barbudo y llamaba mucho la atención. Seguramente él sabía de quién hablaba. —Por cierto, me estoy muriendo de frio, voy a suponer que tú también, a pesar de que estés acostumbrado a las temperaturas elevadas que debe haber en tu país de origen, por lo que nos moveremos. ¿Hacia dónde ibas? Ciertamente no al castillo, vienes de esa dirección.— La pelirroja señaló la estructura de Hogwarts en la distancia. Sí, hablaba mucho y sí, muy rapido. No podía evitarlo y solo podía esperar que los demás comprendieran lo que decía y si no, pues ¿Qué más daba? Nadie iba a cuestionar sus palabras, claro que no.

Sonrió ante la honestidad de la chica, sí que era cierto lo que había escuchado decir a sus compañeros en su sala, aunque no le había costado mucho tiempo el darse cuenta que no muchos aquí eran como sus compañeros de escuela, todos parecían amables y atentos y te sonreía y te trataban bien si importar de donde vinieras o el estatus de tu sangre, claro, con sus excepciones, pero al menos a los pocos que conocía eran así, por ende no dejaba de preguntarse por qué no había elegido Hogwarts como su colegio, las cosas hubieran sido muy diferentes, aunque en aquella época como iba a saber que la escuela iba a ser lo que había sido.  – Bueno, gracias, supongo, me haces sentir mejor  – dijo sonriéndole divertido, pues claro que no estaba acostumbrado a que alguien que no fuera su madre le dijera algo como eso, no acostumbraba a acercarse a las chicas, salvo por conveniencia o por tener otra intención, Erikka, por ejemplo. Aunque tampoco es como que muchas chicas quisieran acercarse a él, “Soy demasiado poco para ellas” se había dicho muchas veces, pues aunque lo detestara, de donde viene él es poca cosas para todos.

Asintió poniendo cierta atención, seria mejor no olvidarlo pues no quería meterse en problemas, no más de los necesarios claro, y aunque le habían dado todo un discurso cuando entro, era casi imposible aprenderse todas las reglas del lugar en una sola noche – Sera bueno que no lo olvide, parece que tienen normas para casi todo y que se las toman muy en serio – sonrió pensando en los chicos que se identificaban como “prefectos” era interesante su posición y función, no dejaban que los alumnos salieran de su sala común a partir de una hora pero tenían a un montón de chicos y chicas de diferentes edades con la libertad de recorrer todo el castillo por la noche sin ningún tipo de supervisión, bueno, eso me parecía que podía traer más problemas pero, que se le podía hacer – Hagrid, claro, es casi imposible no verlo, parece un buen sujeto, tal vez me detenga a platicar con él en la próxima oportunidad – sonrió amable, siendo completamente sincero, claro que lo había sorprendido al entrar al comedor la primera vez, digo, es enorme y llama la atención. Había tenido la oportunidad de verlo charlar con algunos alumnos y por la sonrisa que adornaba sus labios, al igual que el de los alumnos o el de la pelirroja al hablar sobre él, en verdad parecía una persona que valía la pena conocer. – Bueno, iba hacia mi sala común, pero me parce que por esas reglas de las que hablaba no puedes entrar ¿cierto?, entonces si tienes alguna idea mejor, yo te sigo – termino  mirándola divertido, esa chica sí que era interesante, la manera de hablar, comportarse, tomar las riendas de la situación, eso pocas chicas lo hacen, algunas lo intentan, pero no muchas logran lo que la pequeña pelirroja lograba, parece que es de las personas que proponen algo y tú lo haces, por el simple hecho de que ella lo dijo.

"Parece que tienen normas para casi todo y que se las toman muy enserio" dijo el muchacho y Lillian no pudo reprimir una carcajada. —Seguro— Comentó sarcástica. Vaya, si él supiera en realidad lo poco que le importaban las reglas a los alumnos de Hogwarts. Hasta los prefectos, como su prima Lucy, ignoraban la existencia de normas estrictas. Nadie las respetaba, no esas reglas como la del toque de queda o la de no sentarse en otras mesas a la hora de la comida o la de nada de fiestas en el castillo. Se rompían varias normas, pero el personal de Hogwarts no estaba al tanto, por supuesto. Los estudiantes eran astutos e inteligentes, muy pocas veces habían sido atrapados con las manos en la masa. Lily era una de esas chicas que escapaban de los problemas con manipulación y su sonrisita de angel inocente. Nadie tenía idea de como lo conseguía, pero era casi imposible que le quitaran puntos a Gryffindor por su culpa.

—Deberías, le encantan las visitas— El medio gigante era un hombre muy sociable y con un gran corazón, parecía una especie de niño en el interior y era algo solitario, salvo por esos chicos, como la pelirroja, que lo visitaban siempre que podían. A Lillian le daba un poco de lastima Hagrid, a veces, con esa vida tan monótona, siempre entusiasmandose por las mismas criaturas y relacionandose con la misma gente. Sí, definitivamente le habría venido perfecto una nueva amistad. —Podría acompañarte, a visitar a Hagrid, le he prometido volver pronto.— Se ofreció la muchachita, que sabía que sería mucho mejor si ella misma introducía al mago a su gran amigo. Escuchó a medias las palabras del chico, a decir verdad, era bastante despistada, pero captó el mensaje general y asintió. ¿Iba a su sala común? ¿Fuera del cast- Ah, cierto, pero si la Sala Común de Durmstrang estaba bajo el lago. Lo sabía, lo había oído. Era verdad, no podía entrar ahí, o al menos se suponía que no debía hacerlo, pero los estudiantes se infiltraban en salas comunes ajenas todo el tiempo y ahora le había entrado curiosidad. Como para demostrarle al morocho que en Hogwarts no se tenían muy en cuenta esa clase de normas, sonrió con picardía y soltó lo siguiente. —¿Quién dice que no puedo?— "Soy la hija del jodido Harry Potter" estaba a punto de soltar la pelirroja, pero no lo dijo porque no quería parecer una presumida. Aferró el brazo del muchacho y, mientras arrugaba los ojos para ver entre la incesante nieve, comenzó a dirigirse hacia el lago. Es que Lily no preguntaba nunca si estaban de acuerdo los demás con sus ideas y, cuando lo hacía, era por pura cortesía. Le gustaba tomar el mando, era una líder nata.

Sonrió, sus palabras no habían salido de sus labios solo por decir que sí, no, claro que no, esta vez iba muy enserio, claro que quería conocer al guardabosques – Claro que lo haré – sonrió amable. Por su experiencia al haber pasado la mayor parte de su estancia estudiantil con sus profesores, sabía que estos podían ser increíbles personas por muy intimidantes que estos se vieran, siempre tenían grandes historias por contar y que decir de conocimientos, la mayor parte era feliz de compartirlos con el resto y eran en muchos casos grandes consejeros, siempre tenían algo sabio que decir y por la manera en la que había visto que los estudiantes trataban a Hagrid o la manera en que hablaban de él, había sentido la curiosidad de conocerlo y suponía que la aparición de la chica y su inclusión en el plan de visitas era algún tipo de señal para que dejara de posponerlo. – Yo, bueno, encantado de que me acompañes, será menos…raro si voy con alguien que ya conoce – sonrió divertido pues aunque nunca le daba pena acercase a hablar con desconocidos, maestros claro, seria al primero al que le hablaba en Hogwarts y aunque parece un buen sujeto, claro que intimida.

La miro levantando una ceja, entre sorprendido y esperando el momento en que dijera que no era cierto o una simple broma, pero parecía que iba muy enserio cuando lo tomo del brazo mientras comenzaba a avanzar, para ser tan pequeña sí que era fuerte. – Mmm… no sé qué tan buena idea sea -  soltó entrecerrando los ojos tratando de ver más allá de la cortina de nieve que los rodeaba, fracaso, no podía ver muy bien, por lo que decidió plantar bien los pies sobre el piso mientras caminaba, no quería caer, si caía se llevaría muy probablemente consigo a su pequeña compañera. – Parece que las reglas no te importar y lo admiro en verdad, pero en verdad no creo que sea tan buena idea – dijo sosteniendo la mochila que le colgaba en el hombro y amenazaba con caer, pensaba profundamente que pasaría si en verdad  llegaban a entrar a la sala, no porque no pudieran, estaba claro que ese no era el problema, solo tenía que abrir la puerta y ya estaba, el problema estaba en que pasaría cuando todos sus compañeros la vieran, una cosas es que entrara sola o con cualquier otra persona, pero no, entraría con Bécquer y eso, no podía ser nada bueno. Gael ya se había acostumbrado a todo aquello que pudieran decir de él y estaba cerca de que ya no le importara, pero no quería someter a todo a aquella chica, le estaba cayendo muy bien para hacerle algo como eso – Tal vez tus compañeros sean increíbles, pero los míos son… difíciles – dijo tratando de convencer a la chica, aunque eso pareciera casi imposible. A pesar de la fina capa de nieve que le impedía ver con precisión ya no debía faltar mucho para llegar así que o trataba de convencerla de no hacerlo o se pensaba que iba a hacer al entrar a la sala con aquella pelirroja.

Una carcajada sincera escapó de los labios de Lillian. ¿Porqué todo el mundo tenía que preocuparse tanto por si sus ideas eran buenas o no? Ella sabía lo que hacía joder, no era ningún crimen, no era como si fueran a ir a la carcel por romper una tonta regla. Tal vez les descontaran puntos, sí, si alguien los atrapaba, pero la pelirroja estaba extremadamente segura de que nadie se atrevería a delatarla. Además ¿A quién iban a creerle? ¿A Lily o a un desconocido de Durmstrang? Estaba claro de que tenía todas las de ganas, que ese chico dejara de preocuparse. —¡Yo creo que es una idea fantástica!— Soltó con entusiasmo, no le gustaba demasiado que le dijeran que era lo que tenía o no que hacer, que intentaran cambiar su manera de pensar. Era extremadamente terca, no iba a cambiar su manera de pensar. —No deberían importarte demasiado las normas ¿Sabes? Todo el mundo hace cosas de este tipo todo el tiempo.— Sus ojos pardos lo buscaron de reojo, mientras intentaba mantenerse firmemente parada en el suelo. Seguramente si no habría tenido el apoyo del muchacho, habría vuelto a caer, porque era una atolondrada. Torpe, podían llamarla algunos, pero jamás cara a cara.

Se detuvo cuando el muchacho sonó exageradamente preocupado por el plan que ella tenía en mente y se volteó hacia él, sin soltarlo. —Eh, tío... ¿Como es tu nombre?—  Arrugó ligeramente la nariz, pensando, pero decidió continuar antes de que el otro siguiera exponiendo sus pocas ganas de que lo acompañara a la sala comun. —¿Crees que me importa lo que piensen tus compañeros? Y, oh, créeme, no todo el mundo en Hogwarts es fabuloso, aunque intento llevarme bien con la mayoría.— Calipso Nott se le vino a la cabeza, esa amiga de Alice que ella no era capaz de soportar. La usaba, estaba usando a su mejor amiga y ella no se daba cuenta. Lily ya no sabía como decirselo a la Hufflepuff, como hacerla entrar en razón. —En fin, lo que quiero decir es que si tuviera que importarme lo que todo el mundo dice cuando piso una habitación, creo que terminaría llorando todos los días.— Tal vez sonara absolutamente egocéntrica al decir aquello, pero, eh, que era verdad. La bruja sabía que todo lo que se rumoreaba sobre ella no era bueno, que muchos la tachaban de niña mimada o de privilegiada que lo conseguía todo por su padre o de insoportable o sabelotodo. Le gustaba pretender que no le importaba lo que dijeran de ella, jamás admitiría que le irritaba en lo más mínimo todo eso, pero la verdad era que sí lo hacía. Sí influía en su cabeza, sí la hacía sentir una idiota. A veces, claro. —Además ¿Quién puede resistirse a mis encantos?— Finalizó y se volvió a poner en marcha, como si de esa manera hubiera dado por terminado el tema, como si pudiera encantar a todos los alumnos de Durmstrang para que no fueran a decirle a nadie que se había infiltrado en su sala. Lillian había creído que los búlgaros y todo eso eran menos serios, que tenían almas de rebelde. Nunca había pensado que lo frío de sus carácteres influyera en su aceptación de las reglas.