Bad dreams | Scorpius

Acomodé mi uniforme como cada mañana, nada difería de un inicio normal de clases, ni siquiera la hora. Escuchaba como mis compañeras de ala se alistaban también, algunas bostezaban, otras murmuraban por lo bajo improperios contra nuestro colegio anfitrión. Claro, esa era la diferencia. Solté un suspiro y me acerqué al espejo, acomodando mi rubia cabellera como cuando me encontraba en los dormitorios de Beauxbatons. Aquellos días de normalidad parecían tan lejanos y cercanos a la vez, no hace mucho que estábamos celebrando el banquete de inicio de clases y ahora nos acomodábamos los pocos que decidimos no perder el año escolar en uno de los Invernaderos del colegio de magia inglés, que habían adecuado para guarecernos. Debía admitir que habían hecho un buen trabajo, las paredes se encontraban perfectamente adornadas con guirnaldas y toda clase de flores ornamentales, además el aroma era especialmente encantador pero, por más halagos que pudiese encontrar para el sitio, no se comparaba ni de cerca a los que teníamos antes. No había pasado mucho tiempo, si lo pensaba con calma no hacía ni un mes que se habían instalado en Hogwarts, no más de un mes que había vuelto a ver a todos sus primos y a su familia en general. Fruncí ligeramente el ceño y di por terminado mi arreglo matutino, caminando entre las camas para salir a pasear por un momento antes de que las clases diesen comienzo, no sin antes despertar a mis pequeños primos. Dejé un beso en la frente de Lyra y salí a los jardines, necesitaba tomar aire.

Caminé por los amplios terrenos que separaban los invernaderos del Castillo, ¿por qué se habían empeñado en colocarnos fuera? Si, claro, se nos había explicado que necesitaban un espacio que pudiese albergar a todos los estudiantes de la academia francesa que decidimos continuar estudiando, que dentro no había espacio suficiente ni condiciones para realizar un hechizo expansivo y que la única opción viable resultaba utilizar una de las instalaciones de fuera. Por suerte, a nuestros vecinos de Durmstrang no les había ido mucho mejor. Sonreí de lado ante la idea, pero enseguida volví a dejar mi rostro impasible, pues de vuelta los recuerdos de los gritos y el caos en los pasillos regresaron a mi mente. No conseguía alejar las pesadillas, no podía librarme de ellas por más que lo intentase. Pero sabía disimularlo bien.

Para cubrirme de la brisa que procedía a la salida del sol, decidí entrar al castillo, de igual manera no había otro sitio para elegir. Caminé por los largos y sinuosos pasillos, observando y analizando las notables diferencias entre mi antiguo colegio, intentando distraerme de lo acontecido, de que muchas personas habían perdido la vida... sacudí la cabeza, debía dejar de pensar en ello. Sin darme cuenta llegué hasta una puerta, ni siquiera me percaté el momento en que mi rumbo me llevó hasta una de las torres, dentro de la cual se podía escuchar el mecanismo de un reloj, conjugado con un ambiente con un olor a humedad bastante especial. Arrugué la nariz y, sin más, me senté en un borde que sobresalía apenas a un costado del barandal que daba a la vista entre las manecillas - Genial. Otro lugar encantadog... -susurré. Aunque podía hablar perfectamente, estaba acostumbrada a mi acento francés y me costaba librarme de él, algo que sin duda me valió algunas burlas por parte de mis numerosos familiares. Recargué mis brazos sobre el borde metálico y suspiré, dejando mi cabeza apoyada en ellos. Esperaría a que las actividades del día comenzasen. Cerré los ojos. Esperaría a que mi mente se despejase y pudiese continuar sin esas imágenes apareciendo a cada segundo. Era difícil. Demasiado.

Apenas había cerrado los ojos cuando, o eso me pareció, cuando pude distinguir una voz inconfundible, de un rubio Slytherin que daba la casualidad ser amigo de Albus. Sonreí d costado sin abrir los ojos y eché mi cuerpo hacia atrás, colocándome en una posición más propia. La espalda me dolía un poco, mis ojos estaban ligeramente entumecidos, al parece había tomado una breve siesta sin darme cuenta - Bonjour, Malfoy - le saludé, una vez que pude desesperezarme un poco, aunque un bostezó logró escapar - Que grato contag con tu compañía - repliqué, haciéndole un espacio a mi costado, invitándole a que se sentase. Él simplemente se acercó, sin sentar, y se quedó mirándome, utilizando cierto tono que, de no tratarse de él, me habría erizado la piel. Muy lejos quedaban los adjetivos que Rose usaba para describirle. Cuando iba a verle por primera vez pensé que se trataría de una persona bastante insoportable, pero en realidad era más parecido a mí de lo que admitiría y, no negaré que su físico coincidía con el que muchas buscan en su chico ideal.

Desde que Al nos presentó hubo cierta complicidad entre ambos, llegando a un punto en el que podíamos bromear con ciertas cosas y el otro entendería perfectamente. Ante su interrogante no pude más que devolverle una ligera sonrisa, suspiré y acomodé la falda de mi uniforme, pues ahora me daba cuenta que había mantenido el agarre con una de mis manos, dejando arrugas sobre la seda celeste - No había nada integesante para hacerme compañía - contesté en tono divertido, alzando ligeramente una ceja - pego creo que al final he encontrado a alguien competente - susurré, usando el mismo tono de coquetería empleado por el rubio anteriormente. El tic tac del reloj seguía sonando, pero poco a poco fui ignorándolo - ¿A ti que te trae pog aquí? - pregunté, mirando por uno de sus costados, dando la impresión de que buscase a alguien - corrección.. ¿qué te trae pog aquí sin alguna chica? - añadí, conteniendo una risilla al final. No lo conocía suficiente para asegurar que se tratase de un chico que le gustase andar de chica en chica, pero sí me era permitido afirmar que de querer serlo, podría. ¿Alguna vez se fijaría en todas las alumnas que giraban la cabeza al verle pasar? Era una escena completamente divertida, incluso había recibido más de una mala mirada y algunos comentarios en contra mía por mi aparente cercanía con el chico. A veces las mujeres podíamos ser tan infantiles. Suspiré.

Dominique había comenzado siendo la prima de Albus y Rose, pero este primero me insistió en que debía conocerla ya que seguro que me agradaba su prima. La primera vez que la vi pensé que era una chica hermosa, aunque teniendo en cuenta sus antecedentes familiares era algo bastante previsible. Pese a eso, me llamó la atención lo distinta que era a todos sus primos, al igual que Albus, ella no se regía por el mismo patrón que su familia. Desde aquel día había entablado una buena relación con la chica, podíamos pasar tiempo juntos y no me incomodaba en absoluto su compañía. Así pues, cuando la vi sentada y medio adormecida, decidí acercarme a pasar un rato con ella, la verdad es que no tenía nada por hacer y me parecía un gran modo de pasar el tiempo. Caminé hasta su lado para finalmente sentarme junto a ella y escuchar su siguiente comentario. Sonreí y asentí levemente.-Bueno, no todo el mundo merece tu compañía.-admití.-Creo que incluso intimidas a gran parte de la población masculina del colegio.-bromeé. Ciertamente Dom era una chica que intimidaba a muchos de los chicos, ya fuese por su belleza o por su carácter en ocasiones algo complicado para los que no la conocían.

Apoyé mi cabeza en la pared soltando un breve suspiro, estaba algo cansado pero no me había dado cuenta hasta que me había dejado caer en aquel lugar. Miré de nuevo a la rubia y sonreí pícaramente cuando me preguntó sobre mi presencia allí sin compañía.-Bueno, no siempre voy acompañado, también me gustan las sorpresas.-reí.-Si hubiese venido acompañado no podría estar aquí contigo.-le guiñé un ojo. Lo cierto es que tenía alguna que otra chica con la que me frecuentaba, pero tampoco me las daba de ser un don Juan ni nada parecido. No pensaba pasar mi adolescencia en el convento, pero tampoco quería ser el que acepta a cualquiera en su cama. Solté un poco de aire, la verdad es que últimamente me rondaba una sola persona por la cabeza, pero eso eran temas aparte que no pensaba ni mencionar.-Y dime, ¿qué tal has estado? Siguen los chicos suspirando allá por donde pasas? -bromeé.

Su forma de hablar era educada, con parsimonia, muy similar a la que empleábamos en Beauxbatons al hablar y, por ello, Scorpius se había convertido en una de mis personas favoritas para charlar. Tras su comentario no pude más que sonreír, colocando los ojos en blanco por un momento mientras con mi dedo índice tocaba mi propia mejilla - No todos pueden entretenerme, si se intimidan es lógico que es pogque no podrían tener una buena conversación conmigo - arrugué la nariz y solté un suspiro. Desde que llegué aquel había sido uno de mis denotativos, pocas personas realmente se acercaban a mí sin ser miembros de mi familia, pues no tenía particular interés en relacionarme demasiado con nadie. Generalmente la pasaba con Albus, Rose o Alyssia, incluso con mis pequeños primos franceses o quizá alguno otro, pero nada más. Malfoy era la excepción de la regla, por muchas razones.

Decidí bromear un poco, al igual que yo, el rubio era bastante selectivo, considerando importante saber con quien podías o no relacionarte. Teníamos muchas cosas en común - Entonces no encontraste a nadie interesante hasta ahora. Una suegte que así fuese, necesitaba un poco de compañía - confesé en un murmullo, soltando un suspiro mientras le hacia un espacio a mi costado esperando que tomase asiento a mi costado. Bostecé ligeramente mientras él hablaba, limpiando con e costado de uno de mis dedos una pequeña lágrima que había salido después de aquel gesto de cansancio - Mira quien habla - me mofé por la frase que siguió a la pregunta de cortesía. Le dediqué una mirada divertida y negué suavemente - ¿En verdad suspiran? No he escuchado uno solo - afirmé, encogiéndome de hombros - Para seg sincera, he estado mejor... aunque aún no consigo sentirme cómoda en la cama que me han dado, es un poco incómoda y no he logrado dormig bien - mentí con tono delicado, no quería engañarle, pero aún no me sentía capaz de admitir que tenía pesadillas, que me preocupaba en ocasiones que aquí pudiese ocurrir algo similar. Esa era yo, la orgullosa Dominique que odia dejar al descubierto sus debilidades - Menos mal que tú me encontraste tomando una siesta y no alguien más, hubiega sido bastante vergonzoso de otra manera - bromeé, dejando ver mis labios cerrados, curvados en un esbozo de sonrisa.