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Noble Inversión [Dominique]
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Noble Inversión [Dominique]
Avancé por el Callejón Diagon con paso tranquilo, quizás algo remolón, mirando las variadas vidrieras de las distintas tiendas. Protegido dentro de un grueso y largo abrigo gris, y una bufanda color bordó, la nieve no me molestaba en absoluto. En mi morral pesaban los Galeones que había ahorrado durante el año, valiéndome de vueltos y algunas clases de apoyo escolar que había brindado durante las vacaciones; la Navidad estaba cada vez más cerca, y era hora de gastar noblemente mi dinero, en algo más que en mí mismo. Más que gastar, sería mejor decir invertir. ¿No? Suena mejor. No se trata de derrochar dinero. Repasé mentalmente la lista de personas destinatarias de mis obsequios. Mamá, papá, Lorcan, Roxanne, Molly... Al resto de los Weasley y los Potter probablemente les regalaría chocolates para que compartan. Tampoco es que tenía tanto dinero, y quería dedicarles un regalo decente a los más allegados.
Me detuve en la vidriera de Madame Malkin. Había algunos abrigos bonitos expuestos, miré las etiquetas de los precios y me puse a hacer cuentas. Mi madre quedaba excluida de la ropa, claramente. Ella merecía algo más original, más con su personalidad; quizás me aventurara en hacer algo con mis propias manos. El problema era qué. Ya pensaría en eso más tarde. No me costó demasiado desistir de los abrigos: sólo me alcanzaría para comprar los regalos de Roxy y Molly. Pasemos a algo más pequeño: de un maniquí colgaba una bufanda simple, tejida, con líneas en distintos tonos de blanco. ¿Le gustaría eso a Molly? ¿Cuánto costaba? Fruncí el ceño, buscando la etiqueta con la mirada. Allí estaba; bueno, nada mal, era un precio bastante razonable.
Obviamente, antes de comprar nada, escogería los regalos para cada uno, de manera tal de asegurarme no arrepentirme de ninguna adquisición. Me lancé a la búsqueda de algo para Roxanne, cruzado de brazos frente a la tienda de túnicas.
Me detuve en la vidriera de Madame Malkin. Había algunos abrigos bonitos expuestos, miré las etiquetas de los precios y me puse a hacer cuentas. Mi madre quedaba excluida de la ropa, claramente. Ella merecía algo más original, más con su personalidad; quizás me aventurara en hacer algo con mis propias manos. El problema era qué. Ya pensaría en eso más tarde. No me costó demasiado desistir de los abrigos: sólo me alcanzaría para comprar los regalos de Roxy y Molly. Pasemos a algo más pequeño: de un maniquí colgaba una bufanda simple, tejida, con líneas en distintos tonos de blanco. ¿Le gustaría eso a Molly? ¿Cuánto costaba? Fruncí el ceño, buscando la etiqueta con la mirada. Allí estaba; bueno, nada mal, era un precio bastante razonable.
Obviamente, antes de comprar nada, escogería los regalos para cada uno, de manera tal de asegurarme no arrepentirme de ninguna adquisición. Me lancé a la búsqueda de algo para Roxanne, cruzado de brazos frente a la tienda de túnicas.
Re: Noble Inversión [Dominique]
❝ Noble Inversión
Lysander Scamander · Callejón Diagon · 13:15 hrs · 20-Diciembre · Tarde Gélida
La noche anterior una frondosa nevada había azotado los alrededores de Londres, incluida la ciudad misma. El manto blanco cubría cada uno de los rincones y se podía ver que pocas personas caminaban por las calles, todas ellas cubiertas hasta el cuello de chamarras, bufandas y cualquier cosa que les protegiese del frío invernal que dominaba el ambiente. Los Weasley-Delacour, cuya residencia estaba en una ubicación que, por el contrario, no permitía el cúmulo de nieve, propusieron quedarse ahí, o visitar La Madriguera, mas la hija medianda tenía otros planes en mente. Dominique había decidido que saldría a hacer sus compras y no hubo poder humano que le convenciese de lo contrario. La rubia tenía una fascinación con las nevadas y el frío, siendo sus preferidas las estaciones de otoño e invierno, que refrescaban el ambiente en Tinworth. Antes de salir, su madre le colocó una serie de prendas que ella consideraba totalmente innecesarias, pero tuvo que soportarlo para no hacerla rabiar.
Y así, sin más, entró a la chimenea para transportarse por medio dela Red Flu, puesto que aparecer seguía sin ser una de sus actividades favoritas. No tardó mucho en desaparecer entre el humo verde y llegar a la parte trasera del Caldero Chorreante. El aire gélido podía sentirse incluso cerca del fogón, y aquello le llenó de emoción. Comenzó a sacarse las prendas y dejarlas colgadas en la puerta, ante las miradas extrañadas de muchas personas. Podía ver ligeros dejos de nieve en las ventanas, lo que la anticipaba al escenario que encontraría fuera y que estaba ansiosa por ver. Se dejó encima la bufanda y el suéter que llevaba debajo, para así abrir la puerta de una vez y salir al exterior. Semejante cambio de temperatura provocó que su piel se erizase, y que un escalofrío recorriese su columna, pero aquello le gustaba. Sin temor a parecer loca, dio una vuelta en medio de la calle, sintiendo sus pies hundirse dentro de la nieve. Amando esa sensación y recordándola de cuando era pequeña. La rubia definitivamente amaba aquella época del año, le ponía de un humor irreconocible y le sorprendió darse cuenta que seguía surtiendo el mismo efecto en ella, a pesar de lo que había sucedido al inicio del curso.
Dispuesta estaba a dejar todo eso a un lado ese día, pues se enfocaría en conseguir presentes para su familia, además de uno para Lyssa y otro para... ¿para quién? Había contado cuanto debería gastar por cada uno y el número de personas excedía en uno al número de personas que recordaba haber contabilizado en la mañana. Cuando se hartó de parecer una niña pequeña, comenzó a andar entre las tiendas, mirando los aparadores y comprando lo que pensó sería ideal para sus primas. Un libro para Rose, otro para Molly. Un limpiador mágico para Lucy, algo que podría usar en sus juegos de Quidditch... También debía darle algo a Roxanne y a Lily, por supuesto. Sin olvidar a Victoire. Caminó por algunas tiendas sin resultado, hasta que le vino la idea de ir con Madame Malkin, quien probablemente tendría algo ideal para ellas, aunque de la hermana pequeña de Fred, no estaba tan segura. Mientras andaba, hizo sonar su bolsillo, aún pesaba y esa era una buena señal para seguir con los obsequios. ¿Por qué había separado el dinero en una parte más? ¿Debería considerar un galeon extra en cada monto?
Dio la vuelta en la calle indicada, contando con ayuda de sus dedos las cosas que aún tenía por comprar. Alzó la vista justo cuando se rindió con averiguar al destinatario extra y ahí fue cuando todo tuvo sentido, en ese instante en el que sus ojos se posaron sobre un rostro serio que fijaba su propia vista en el aparador de la tienda a la que se dirigía. Se quedó helada. Lysander. Apenas había cruzado palabra con él desde que volvió, las cosas entre ella y los gemelos Scamander no había terminado muy bien antes de irse... ¿Debería hablarle? ¿Pero qué le diría? La chica no supo en qué momento sus pies siguieron moviéndose y terminaron dejándole a un costado del ex-Ravenclaw. Miró hacia el cristal, intentando disimular y pasó su cabello detrás de su oreja. Tal vez podría preguntarle por un regalo para Roxanne, aunque aquello le hiciese parecer una pésima prima. Se armó de valor y abrió la boca, de la cual sorpresivamente salió una frase - Creo que esa bufanda es hermosa - comentó, señalando el objeto que estaba segura él había estado observando - Bonjour, Lysander - le saludó tan sólo un minuto después, intentando mantener un tono casual y dedicándole una de esas sonrisas afables que lograba con naturalidad.
Re: Noble Inversión [Dominique]
Creo que esa bufanda es hermosa, dijo una voz inconfundible a mi lado, en tono resuelto y cantarín. Una voz inconfundible, pero lo inesperado de la situación me hizo dudar durante una milésima de segundo. No había visto rastro de ella desde que comenzaron las clases en Septiembre, sabía que pronto nos encontraríamos, pero no esperaba que fuera tan, tan pronto. Miré de reojo a Dominique Weasley, y asentí ligeramente con la cabeza, metiendo las manos en los bolsillos de mi abrigo. Me giré apenas y apreté los labios para componer una cordial y pequeña sonrisa en respuesta. - Dominique - saludé, regresando la vista a la vidriera, aunque ya no viera nada en especial -. ¿Cómo has estado? Qué sorpresa verte aquí - agregué con tranquilidad.
Eso era muy sincero. La sorpresa, quiero decir. La rubia aparecía de la nada y desbarataba mis pensamientos. ¿En qué estaba yo? Ah, sí... viendo una bufanda para Molly. Esperaba no quisiera acompañarme en mis compras, una gran parte de mí deseaba que Dominique estuviera apurada, que solo pasara a saludar y siguiera su camino. Otra gran parte de mí, hubiera deseado que ni siquiera se acercara a decir Bonjour. ¿Por qué haría tal cosa? Prácticamente no hablábamos fluidamente desde que éramos niños. ¿Para qué forzar las cosas? Ella se había ido, habíamos perdido contacto. Así es la vida. Algunas personas se van, otras permanecen. Dominique se había ido. ¿Cómo lograba venir ahora a saludarme en la calle con tanta naturalidad? Volví a estudiarla brevemente de reojo.
- ¿No tienes frío? - inquirí, frunciendo el ceño al mirarla más directamente. Yo tenía diez mil cosas puestas y ella osaba someterse a las bajas temperaturas de la estación, usando tan solo un sweater, tan campante y feliz de la vida. Ni siquiera tiritaba. - ¿Qué? ¿Es otra particularidad de las veelas, conservar el calor? - sabía que no lo era, pero decidí que si ella podía ser natural a pesar del tiempo transcurrido, también lo podía ser yo. Bueno, en cierta medida, lógicamente. Subí la mirada de su vestimenta a su rostro, enarcando una ceja, para luego desviarla hacia el callejón, hacia la gente que iba y venía enfundada en gruesos abrigos, y que cada tanto le echaban una ojeada desconcertada a Dominique.
Eso era muy sincero. La sorpresa, quiero decir. La rubia aparecía de la nada y desbarataba mis pensamientos. ¿En qué estaba yo? Ah, sí... viendo una bufanda para Molly. Esperaba no quisiera acompañarme en mis compras, una gran parte de mí deseaba que Dominique estuviera apurada, que solo pasara a saludar y siguiera su camino. Otra gran parte de mí, hubiera deseado que ni siquiera se acercara a decir Bonjour. ¿Por qué haría tal cosa? Prácticamente no hablábamos fluidamente desde que éramos niños. ¿Para qué forzar las cosas? Ella se había ido, habíamos perdido contacto. Así es la vida. Algunas personas se van, otras permanecen. Dominique se había ido. ¿Cómo lograba venir ahora a saludarme en la calle con tanta naturalidad? Volví a estudiarla brevemente de reojo.
- ¿No tienes frío? - inquirí, frunciendo el ceño al mirarla más directamente. Yo tenía diez mil cosas puestas y ella osaba someterse a las bajas temperaturas de la estación, usando tan solo un sweater, tan campante y feliz de la vida. Ni siquiera tiritaba. - ¿Qué? ¿Es otra particularidad de las veelas, conservar el calor? - sabía que no lo era, pero decidí que si ella podía ser natural a pesar del tiempo transcurrido, también lo podía ser yo. Bueno, en cierta medida, lógicamente. Subí la mirada de su vestimenta a su rostro, enarcando una ceja, para luego desviarla hacia el callejón, hacia la gente que iba y venía enfundada en gruesos abrigos, y que cada tanto le echaban una ojeada desconcertada a Dominique.
Re: Noble Inversión [Dominique]
Su respuesta, su sonrisa y el desvío de su mirada. No podía afirmar que su reacción me sorprendía, puesto que no lo hacía. Después de todos estos años no esperaba que se animase demasiado en hablarme y darme un abrazo afectuoso, además de que esa no sería una respuesta propia de Lysander, y Lorcan estaba aún más lejos de recibirme de esa manera. Apenas los había visto un par de veces antes del inicio de clases mientras compraba cosas en esta misma callejuela, pero hablar con ellos no fue una opción - A mí también me alegra verte, Ly... sander - respondí, completando su nombre en un rápido respiro al final, pues estaba a punto de llamarme como cuando éramos niños. Apreté los labios y, al igual que él, dejé mi vista clavada en la vitrina, esperando encontrar algo adecuado para mis primas restantes - ¿La tomarás tú? Porque de lo contrario creo que la compraré yo - advertí con tono resuelto, intentando mostrar mi acostumbrada personalidad. Aunque me costaba controlarme al tenerle a mi lado.
Lysander había sido mi amor platónico cuando niños, solía seguirle a todos lados y soltar risitas tontas cuando Rose me anunciaba que los Scamander habían llegado a la Madriguera durante las reuniones. Siempre corría a abrazar a Lorcan y saludar a Lysander, mientras mis mejillas se tornaban rojizas, excusándome diciendo que no estaba acostumbrada al esfuerzo físico. Ahora mismo me parecía un poco ridículo y aquello aumentaba al ser consciente de que todos estos recuerdos venían a mi mente en el instante que me cruzaba con el rubio. Siempre estaba segura de quién se trataba, nunca, desde que los conocí, dudé un instante al momento de reconocerlos pues ambos tienen ciertas peculiaridades que les hacen diferentes.
Le miré de reojo por un segundo, sospechando que él estaba haciendo lo mismo aunque no podía decirlo con certeza y, de vuelta, sentí aquel calor en mis mejillas tan vergonzoso que tuve que concentrarme para erradicarlo, fingiendo seguir analizando la tienda con meticulosidad. Su voz me devolvió a la realidad, sobresaltándome ligeramente - Oh... - exclamé, sonriendo de costado, poniendo los ojos en blanco por un segundo - claro que no, es una particularidad por ser Dominique- musité entre risas, acomodando mi cabello hacia el costado contrario y acomodé mi ligero abrigo, irguiendo mi postura - siempre me ha gustado el frío, además no hace demasiado hoy.. creo que ni siquiera estamos bajo cero - comenté, como si nada - aunque creo que debería comprar algo para mi cuello, si me enfermo mi madre me retara - susurré, fingiendo un ligero escalofrío mientras me encaminaba hasta la entrada de la tienda. Coloqué la mano en la asidera de la puerta y le dediqué una sonrisa, con más timidez de la que me hubiese gustado - Vas a entrar también, ¿no? En serio creo que deberías comprar esa bufanda - insistí. Solté el agarre de la puerta y fui hasta él, atreviéndome a tirar de su brazo para arrastrarle al interior.
Re: Noble Inversión [Dominique]
La bufanda no estaba nada mal, podía imaginar a Molly con ella. Sin embargo, el comentario de la rubia que tenía junto a mí, que decía que ella también tenía intenciones de comprarla, me hizo exhalar el atisbo de una sonrisa. No me parecía cortés decirle que pensaba adquirirla como obsequio para su prima, pero tampoco disponía del dinero para regalársela a Dominique y buscar otra cosa para la pelirroja. De hecho, Dominique ni siquiera estaba en mi lista. Y no tenía por qué sentirme culpable de ello. ¿Cómo era el tema? ¿No hablábamos durante unos siete años, y luego ella aparecía y se suponía que yo debía comprarle algo? No iba a regalarle algo especial a Lily, con quien, de alguna manera, tuve más relación durante este tiempo. Tampoco debería gastar dinero en mi amor de la infancia ¿no? Digo, amiga. En mi amiga de la infancia. Entendiendo "de la infancia" como "sólo durante la infancia", claro está. Uno entra al colegio, y después nada. Actualmente no sabría decir con exactitud si aquello fue una verdadera amistad. Quiero decir, después conocí a Roxanne y experimenté una sensación que nunca había sentido antes con alguien que no fuera mi propio hermano. Odiaba admitir, incluso para mis adentros, que el fuerte sentimiento de cariño fraterno que sentía hacia Roxy, nunca lo había sentido hacia Dominique. Odiaba aún más, pensar por un segundo que el sentimiento que tenía hacia ella era fuerte pero no fraterno. Por eso, como prefiero no ahondar en ese tema, a mí me gusta llamarlo: infantil; porque precisamente allí se queda, en la infancia.
Decidí no responder a ese comentario más que con un gesto indefinido, y continué mirando la vidriera, sintiendo como un escalofrío me recorría la columna cuando ella empezó a hablar resueltamente otra vez. Noté por el rabillo del ojo que ambos nos observábamos. - Si no estamos bajo cero, dudo que la temperatura supere los dos grados, al menos para mí - Por un momento pensé en la analogía que podía representar el tema del clima con nuestra relación. Aunque ella se mostrara más cálida, todo seguía frío para mí. Bueno, al menos eso quería creer. Observé como se dirigía hacia la puerta, aparentemente con la intención de comprar esa bufanda. Molly podía ir despidiéndose de su regalo. Y repentinamente Dominique se acercó y me tomó el brazo. Me puse tenso al primer contacto, pero me obligué a mí mismo a relajar la postura y seguirla hacia la puerta. Pasaría más vergüenza resistiéndome que siguiéndole la corriente. - No, comprala tú. Creo que tú tienes más ganas de tenerla que yo. Además la necesitas - Ya encontraría alguna otra cosa para Molly. Seguramente dentro de la tienda habría más opciones para elegir. Entre detrás de Dominique a la tienda y una anciana Madame Malkin se acercó a atendernos. - Buenos días - saludé, cordial. Luego me dirigí a Dominique -. Pregúntale por tu bufanda. Yo iré a ver qué hay por allá - me solté de su agarre con la mayor naturalidad posible y me alejé de ella, dirigiendome a un perchero de donde colgaban otros modelos de bufandas. Más allá de los colores, para mí todas eran iguales. Suspiré.
Decidí no responder a ese comentario más que con un gesto indefinido, y continué mirando la vidriera, sintiendo como un escalofrío me recorría la columna cuando ella empezó a hablar resueltamente otra vez. Noté por el rabillo del ojo que ambos nos observábamos. - Si no estamos bajo cero, dudo que la temperatura supere los dos grados, al menos para mí - Por un momento pensé en la analogía que podía representar el tema del clima con nuestra relación. Aunque ella se mostrara más cálida, todo seguía frío para mí. Bueno, al menos eso quería creer. Observé como se dirigía hacia la puerta, aparentemente con la intención de comprar esa bufanda. Molly podía ir despidiéndose de su regalo. Y repentinamente Dominique se acercó y me tomó el brazo. Me puse tenso al primer contacto, pero me obligué a mí mismo a relajar la postura y seguirla hacia la puerta. Pasaría más vergüenza resistiéndome que siguiéndole la corriente. - No, comprala tú. Creo que tú tienes más ganas de tenerla que yo. Además la necesitas - Ya encontraría alguna otra cosa para Molly. Seguramente dentro de la tienda habría más opciones para elegir. Entre detrás de Dominique a la tienda y una anciana Madame Malkin se acercó a atendernos. - Buenos días - saludé, cordial. Luego me dirigí a Dominique -. Pregúntale por tu bufanda. Yo iré a ver qué hay por allá - me solté de su agarre con la mayor naturalidad posible y me alejé de ella, dirigiendome a un perchero de donde colgaban otros modelos de bufandas. Más allá de los colores, para mí todas eran iguales. Suspiré.
Re: Noble Inversión [Dominique]
No recibí respuesta alguna por mi advertencia, lo cual me dejó un poco descolocada pues esperaba sacar más partido de aquella provocación. Estaba segura que había pensado en adquirirla, pude notar su idea desvaneciéndose en sus ojos. Sus gestos eran tenues, pero lo suficientemente notables para mí, de modo que pudiese intentar adivinar lo que estaba pasando por su mente en ese momento. Intenté mantenerme con el temple convencional, mostrando la seguridad que adquirí en Beauxbatons, la entereza que fui desarrollando y que me sentía con la necesidad de que se diese cuenta de ello. Que no era una niña ya. ¿Con qué fin? No tenía la menor idea — Bueno, para mí es bastante agradable, el problema es cuando empieza a caer nieve — acoté, señalando hacia el cielo y soltando un suspiro entre tanto. Me gustaba la nieve, me gustaba colocar un grueso abrigo sobre mis hombros y hacer muñecos, me gustaba mucho cuando los construía junto a los Scamander, de hecho, no había armado ninguno desde que me mudé a Francia.
Tras anunciar que compraría algo y caminar hasta la tienda sentí un ligero vacío, algo que me empujó a no desistir de la compañía de Lysander e intentar prolongarlo tanto como fuese posible. Sin duda, eso fue lo que me animó a tomar tal iniciativa, a tirar de él hasta que me siguió dentro de la tienda. La acción removió algo dentro de mí, sentía como si un montón de doxys estuviesen mordisqueando mis entrañas. Era desagradable, pero cálido a la vez, por lo que probablemente podría comparar este punto como el veneno haciendo reacción al infiltrarse en mi sistema circulatorio. Tenía que controlarme, tenía que disimular aquella emoción que me embargaba al verle de nuevo y que intenté eludir al escuchar su voz de nueva cuenta, al poder cruzar más de una palabra con él y que no me enviase ya a cazar banshees, como seguramente lo hubiese hecho Lorcan si mi suerte se hubiese encargado de jugarme una mala pasada. Me cedió la bufanda como si nada y, una ve dentro, se libró de mi agarre y caminó hacia el lado contrario, dejando indicaciones sin darme tiempo de responder — Tres bien... — murmuré, aunque seguramente por la distancia que había entre nosotros no logró escucharme. Suspiré, dando la media vuelta para preguntar a Madame Malkin sobre aquella prenda.
La dependiente se ofreció a mostrármela y, mientras iba por ella, no cesé de girar disimuladamente en dirección al chico, fingiendo acomodar mi cabello o simplemente jugando con las puntas de este a la vez que examinaba la tienda en su totalidad. La época provocaba que la modista más famosa del Callejón Diagon llenase sus anaqueles con múltiples telas llamativas, vestidos, bufandas, pañoletas, incluso sombreros. Entre mi distracción, me fijé de vuelta en la silueta del rubio, en su postura y lo que observaba. ¿Cuánto podía haber cambiado en todo este tiempo? Podía minimizar al máximo el tiempo que estuve fuera, podía intentar eliminar todos esos efímeros encuentros que llegamos a tener cuando visitaba a mis padres durante las vacaciones en los que le ignoraba deliberadamente todas y cada una de las veces. Me rehusaba a extrañarlo, me rehusaba a aferrarme a esas dos personas tan importantes para mí y que por ello me desviasen de mi meta. Tenía miedo de quebrarme frente a ellos. ¿Acaso no le debía una explicación? ¿Acaso él no quería obtenerla? Pensar en su indiferencia me dolía por muchas razones que no estaba dispuesta a admitir, y que sonaban tan descabelladas que agradecí cuando la voz de la dueña del establecimiento interrumpió el hilo de mis ideas. La tuve entre mis manos durante un instante, sonriendo por lo patético que había sido usar ese objeto como recurso para acercarme a él.
La tela era hermosa, el color era delicado y cubría perfectamente la parte de mi anatomía para la que estaba destinado. Recibí algunos halagos de la persona que me atendía, a los que respondía con sonrisas y giros frente al espejo. Esa actitud era digna de una semi-veela, esa forma de moverme podía identificarla de cuando observaba a mi tía Gabrielle en las boutiques cuando salíamos de compras. Sonreí de lado y la tomé entre mis manos, doblándola pra sostenerla y caminar hacia el ex-ravenclaw — Oh la la. Es hermosa — exclamé pasando junto a él, jalando del perchero una de color verde esmeralda que estaba un poco escondida debajo de un par más, al mismo tiempo que posaba sobre mi cuello la que habíamos visto en el aparador — ¿Estás buscando una para tía Luna? Porque creo que ésta le vendría perfecta, es muy linda — comenté, ignorando que no hubiese pedido mi opinión. Esperando que su temperamento no fuese una de las cosas que cambiaron y se controlase para no darme una mala mirada. En parte me apetecía saber a quiénes les buscaba un obsequio, no tenía esperanza de estar entre su lista, pero una pequeña parte de mí lo esperaba irremediablemente.
Tras anunciar que compraría algo y caminar hasta la tienda sentí un ligero vacío, algo que me empujó a no desistir de la compañía de Lysander e intentar prolongarlo tanto como fuese posible. Sin duda, eso fue lo que me animó a tomar tal iniciativa, a tirar de él hasta que me siguió dentro de la tienda. La acción removió algo dentro de mí, sentía como si un montón de doxys estuviesen mordisqueando mis entrañas. Era desagradable, pero cálido a la vez, por lo que probablemente podría comparar este punto como el veneno haciendo reacción al infiltrarse en mi sistema circulatorio. Tenía que controlarme, tenía que disimular aquella emoción que me embargaba al verle de nuevo y que intenté eludir al escuchar su voz de nueva cuenta, al poder cruzar más de una palabra con él y que no me enviase ya a cazar banshees, como seguramente lo hubiese hecho Lorcan si mi suerte se hubiese encargado de jugarme una mala pasada. Me cedió la bufanda como si nada y, una ve dentro, se libró de mi agarre y caminó hacia el lado contrario, dejando indicaciones sin darme tiempo de responder — Tres bien... — murmuré, aunque seguramente por la distancia que había entre nosotros no logró escucharme. Suspiré, dando la media vuelta para preguntar a Madame Malkin sobre aquella prenda.
La dependiente se ofreció a mostrármela y, mientras iba por ella, no cesé de girar disimuladamente en dirección al chico, fingiendo acomodar mi cabello o simplemente jugando con las puntas de este a la vez que examinaba la tienda en su totalidad. La época provocaba que la modista más famosa del Callejón Diagon llenase sus anaqueles con múltiples telas llamativas, vestidos, bufandas, pañoletas, incluso sombreros. Entre mi distracción, me fijé de vuelta en la silueta del rubio, en su postura y lo que observaba. ¿Cuánto podía haber cambiado en todo este tiempo? Podía minimizar al máximo el tiempo que estuve fuera, podía intentar eliminar todos esos efímeros encuentros que llegamos a tener cuando visitaba a mis padres durante las vacaciones en los que le ignoraba deliberadamente todas y cada una de las veces. Me rehusaba a extrañarlo, me rehusaba a aferrarme a esas dos personas tan importantes para mí y que por ello me desviasen de mi meta. Tenía miedo de quebrarme frente a ellos. ¿Acaso no le debía una explicación? ¿Acaso él no quería obtenerla? Pensar en su indiferencia me dolía por muchas razones que no estaba dispuesta a admitir, y que sonaban tan descabelladas que agradecí cuando la voz de la dueña del establecimiento interrumpió el hilo de mis ideas. La tuve entre mis manos durante un instante, sonriendo por lo patético que había sido usar ese objeto como recurso para acercarme a él.
La tela era hermosa, el color era delicado y cubría perfectamente la parte de mi anatomía para la que estaba destinado. Recibí algunos halagos de la persona que me atendía, a los que respondía con sonrisas y giros frente al espejo. Esa actitud era digna de una semi-veela, esa forma de moverme podía identificarla de cuando observaba a mi tía Gabrielle en las boutiques cuando salíamos de compras. Sonreí de lado y la tomé entre mis manos, doblándola pra sostenerla y caminar hacia el ex-ravenclaw — Oh la la. Es hermosa — exclamé pasando junto a él, jalando del perchero una de color verde esmeralda que estaba un poco escondida debajo de un par más, al mismo tiempo que posaba sobre mi cuello la que habíamos visto en el aparador — ¿Estás buscando una para tía Luna? Porque creo que ésta le vendría perfecta, es muy linda — comenté, ignorando que no hubiese pedido mi opinión. Esperando que su temperamento no fuese una de las cosas que cambiaron y se controlase para no darme una mala mirada. En parte me apetecía saber a quiénes les buscaba un obsequio, no tenía esperanza de estar entre su lista, pero una pequeña parte de mí lo esperaba irremediablemente.
Re: Noble Inversión [Dominique]
Jamás admitiría en voz alta el esfuerzo sobrehumano que estaba haciendo para no voltear y mirar a Dominique. Claro que escuchaba todo, muy a mi pesar. No necesitaba ver con los ojos para saber qué estaba pasando; la rubia había pedido la bufanda mencionada y Madame Malkin corrió a buscarla. La explosión de exclamaciones y halagos me dieron la pauta de que la prenda le quedaba espectacular; no me sorprendía en absoluto y podía imaginarla perfectamente, pero aún así me costó no voltear. Tenía que concentrarme. Molly, regalo, bufandas, o lo que sea. Mi postura no era muy participativa en lo que a buscar algo se refería. Cruzado de brazos, mirando con el ceño ligeramente arrugado, con total distancia y frialdad, las bufandas colgadas en el perchero. No podía elegir nada, ya que cualquiera me daba igual. Veamos: una era roja, otra verde, otra marrón, otra roja pero con un ínfimo detalle en el entramado de la lana que hacia un adorno invisible, a menos que estuviera tan obstinado en ignorar a Dominique que me pusiera a estudiarla con tanta minuciosidad. La que seguía era de un azul tenue, bla, bla, bla. Y de repente la vocecilla cantarina de Dominique resonó a mi lado otra vez.
Estaba mal, todo estaba mal. Se suponía que iba a ser una tarde solitaria, que vendría tranquilo a comprar los regalos de Navidad. Lo más solitario y tranquilo que se pueda, inmiscuido entre el permanente tumulto del Callejón Diagon, acentuado aún más (sí, siempre puede ser peor) en vísperas de las fiestas. Bueno, no sólo mi tarde solitaria había dejado de serlo con la compañía de una persona. Sino que ya no estaba para nada tranquilo: la persona en cuestión no se encontraba en mi cuidada lista de obsequiados, parecía increíblemente decidida a conversar después de años de silencio, escogía para sí uno de los regalos que yo había escogido para otros y encima pretendía sugerir qué regalarle a mi propia madre. Inhalé lentamente una gran cantidad de aire, siendo consciente de lo exagerada que estaba siendo mi reacción. Dominique sólo intentaba ayudar. Pero esto no quitaba la incomodidad de sentirse invadido. Suspiré y, con la mirada fija en la tela verde de la bufanda que ella sostenía (y detestando la cobardía de no poder mirarla a la cara) murmuré - Si de verdad quieres colaborar, te agradecería que me ayudaras a buscar algún regalo para Molly - debía admitir que Dominique sería mucho más capaz de elegir algún buen regalo para la nerd. Quiero decir, es su prima, y es mujer. No quería arriesgarme a regalarle un libro: no sabía qué había estado leyendo últimamente, y prefería evitar regalarle un tomo repetido. - Y/o para Roxanne - agregué con un poco más de énfasis, luego de un momento, ahora sí mirándola con más energía. Mirándolo de otra forma, podía sacar partido de este encuentro con Dominique. La mirada femenina para regalos femeninos era casi indispensable. Entre ella y Madame Malkin me ayudarían. Me dirigí a la dueña del local - ¿Qué me recomienda para señoritas de 17 y 18 años? Algo simple, no muy costoso, pueden ser cosas esencialmente similares, pero en lo posible no iguales del todo - indiqué, llevándome una mano a la barbilla y dándole la espalda a Dominique para observar la tienda, en busca de algo potable. Madame Malkin me mostró con un ademán simpáticos gorros sobre un estante, guantes con dibujos, más bufandas y pañuelos. - ¿Qué opinas, Dominique? - pregunté en voz alta, sin voltear. Tenía todo el aspecto de querer liquidar el asunto y largarme de allí.
Estaba mal, todo estaba mal. Se suponía que iba a ser una tarde solitaria, que vendría tranquilo a comprar los regalos de Navidad. Lo más solitario y tranquilo que se pueda, inmiscuido entre el permanente tumulto del Callejón Diagon, acentuado aún más (sí, siempre puede ser peor) en vísperas de las fiestas. Bueno, no sólo mi tarde solitaria había dejado de serlo con la compañía de una persona. Sino que ya no estaba para nada tranquilo: la persona en cuestión no se encontraba en mi cuidada lista de obsequiados, parecía increíblemente decidida a conversar después de años de silencio, escogía para sí uno de los regalos que yo había escogido para otros y encima pretendía sugerir qué regalarle a mi propia madre. Inhalé lentamente una gran cantidad de aire, siendo consciente de lo exagerada que estaba siendo mi reacción. Dominique sólo intentaba ayudar. Pero esto no quitaba la incomodidad de sentirse invadido. Suspiré y, con la mirada fija en la tela verde de la bufanda que ella sostenía (y detestando la cobardía de no poder mirarla a la cara) murmuré - Si de verdad quieres colaborar, te agradecería que me ayudaras a buscar algún regalo para Molly - debía admitir que Dominique sería mucho más capaz de elegir algún buen regalo para la nerd. Quiero decir, es su prima, y es mujer. No quería arriesgarme a regalarle un libro: no sabía qué había estado leyendo últimamente, y prefería evitar regalarle un tomo repetido. - Y/o para Roxanne - agregué con un poco más de énfasis, luego de un momento, ahora sí mirándola con más energía. Mirándolo de otra forma, podía sacar partido de este encuentro con Dominique. La mirada femenina para regalos femeninos era casi indispensable. Entre ella y Madame Malkin me ayudarían. Me dirigí a la dueña del local - ¿Qué me recomienda para señoritas de 17 y 18 años? Algo simple, no muy costoso, pueden ser cosas esencialmente similares, pero en lo posible no iguales del todo - indiqué, llevándome una mano a la barbilla y dándole la espalda a Dominique para observar la tienda, en busca de algo potable. Madame Malkin me mostró con un ademán simpáticos gorros sobre un estante, guantes con dibujos, más bufandas y pañuelos. - ¿Qué opinas, Dominique? - pregunté en voz alta, sin voltear. Tenía todo el aspecto de querer liquidar el asunto y largarme de allí.
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