Here we go || Vibeke

Era el día que había sentido menos fríos, los días anteriores o desde que habían llegado al dichoso colegio ingles había hecho un frío que para alguien no tan acostumbrado a él, era como la muerte, demasiado frío, siempre con temperaturas por debajo de 3° y hoy llegando a los 5° hasta daban ganas de quitarse algo de ropa de encima. No gustaba de los climas fríos, no eran completamente desagradables, pero la idea de tener que cargas con ropa extra, molestaba demasiado a Gael, aunque en Durmstrang tampoco es como que hiciera tanto calor, pero al menos no tenían un clima que cambiaba de manera tan drástica. En un momento había sol y al segundo siguiente ya estaba lloviendo. Gael había escuchado muchas veces del clima de Inglaterra, los había vivido en las vacaciones que había tomado en la ciudad con sus padres, pero nada se comparaba con el estar diario en el lugar. “A todo se acostumbra uno”, solía escuchar decir a sus abuelos y esperaba que fuera cierto, pues ya deseaba la llegada de las vacaciones para volver a casa, aunque era de esperarse que estuviera cubierto de nieve tanto como aquí.

La clases no eran tan malas como pensaba o esperaba, si bien no se comparaba con la calidad que se impartía en su antiguo colegio, no eran tan malo, probablemente se debiera a que los profesores no eran tan exigentes y firmes como los búlgaros, además de que se sentían tan mal con todo lo que habían pasado los extranjeros que les daban demasiados permisos, como si ellos lo necesitaran. Podían llegar tarde a clase, no entregar trabajos, o entregarlos fuera de fecha y a nadie parecía importarles y como siempre, muchos abusaban de eso.  La biblioteca se había convertido en el lugar favorito del castaño, con tantos libros por leer, y ciertamente también se encontraba una buena compañía. Lo que más le gustaba era el poder estar solo o al menos sin sus muy queridos, sarcasmo, compañeros, ahí podía estudiar o terminar sus trabajos sin ser molestado. Había tenido suficiente la otra noche, ahora casi no salía de ahí. Era estar en la biblioteca o en los jardines, que tampoco están nada mal. Se adentró al lugar sonriéndole a los pocos que ya reconocía, buscando un lugar donde sentarse, sorprendiéndole que casi todas las mesas estuvieran llenas. “Lo malo de que los otros dos colegios estuvieran aquí, mucha gente” le había dicho el otro día una chica de Hufflepuff  y supondría que tenía razón. Suspiro cuando vio el que parecía el único lugar vacío – Deben estar bromeando – susurro por lo bajo, tomo fuerza, se irguió y se dirigió a su compañera de escuela, más a la silla vacía que a la chica. “Soy mayor que ella, soy mayor que ella” se dijo al tiempo que jalaba la silla y sin preguntar se sentaba. – Buenas tardes, no diré un “espero no te moleste” pues sé que mi sola presencia lo hace, pero no hay otro lugar, así que – se encogió de hombros comenzando a poner las cosas sobre la mesa, debía ser cuidadoso con ella pues conocía la amistad de la chica con Erikka y todo lo que él le dijera, llegaría a oídos de la rubia por lo que se comportaría lo mejor posible.

Era muy interesante el odio que la gente podía tomar contra una persona solo por quienes son sus padres, en el mundo muggle en que él había crecido había visto la manera en que todos se lastimaban entre ellos por quien tenía más dinero, quien tenía la casa o auto más bonitos o quien tenía y ganaba más en su trabajo. Pensó que al entrar al mundo mágico las cosas serían diferentes, la gente seria diferente, debían serlo, pero, cuan equivocado estaba, eran peores incluso. La chica probablemente no había hablado con él ni una sola vez, no lo conocía, a él, su historia, su vida y ya lo odiaba, por el simple hecho de haber nacido de padre muggles, así de simple. Aunque para Gael no lo fuera, no podía decir mucho, así los habían criado a todos, todos habían crecido con la idea de que son superiores por ser puros, como si eso en verdad fuera cierto. Muchos hijos de muggles, sangre mestiza, eran mejor que todos ellos, pero a quien le importa.  Lo que no te mata te hace más fuerte, se lo había repetido en muchas ocasiones y ahora se sentía más fuerte que nunca, aunque no podía andar regocijándose públicamente de lo que su contribución a la destrucción de su colegio, de como era de alguna forma su pequeña venganza, pequeña, porque aún le faltaban muchos más.  

Río, sonriendo de lado, acomodando sus cosas sobre la mesa, menos mal que no se le había olvidado nada – Es bueno verte también, Vibeke – dijo y se arrepintió al momento, no se supondría que el conociera su nombre, como explicar algo como eso “lo conozco porque voy detrás de tu amiga” no, claro que no. Abrió su libro de Posiciones situándolo en el capítulo que necesitaba para su ensayo, pretendiendo que no había dicho nada o como si fuera lo mas normal. - ¿Qué puedo decir? Paso la mayor parte del tiempo aquí, a mi si me sorprende verte aquí – dijo localizando el párrafo donde se había quedado, tratando de poner toda su mente y concentración en su trabajo. Pero como hacerlo cuando la gente lo provoca diciendo cosas como esas. “Sigue adelante, Bécquer, no importa” se decía mientras sumergía su pluma en tinta, alisando el pergamino en el que pensaba empezar a escribir - ¡Já! … a mí me sorprende que tu o cualquiera como tú lo hagan, digo, empezaron sus estudios a que edad ¿once? , eso de donde yo vengo es, bueno, un poco analfabeta, pero bueno, como lo sabrías tú – dijo encogiéndose de hombros, volviendo a su trabajo, sabía que no debía comportase así, que debía ser mejor que eso, mejor que ella, sobretodo al tratarse de la mejor amiga de Erikka, pero, aunque se lo proponía, no siempre podía mantener la boca cerrada. – Sí, mejor aléjate, tengo cosas que podrían pegarse en ti, madurez, por ejemplo – comento al ver la “disimulada” manera en que movía su silla. Fijo la vista en el libro, pensando en que debía ir con más cuidado si no quería tirar por la borda todo lo que ya había avanzado con Erikka.

Asintió como si le diera la razón, al final, no es como que pensara volver a hablarle otra vez y estaba seguro que la chica frente a él jamás le hablaría de nuevo y eso, ciertamente era un alivio para ambos, al parecer más para ella. La mueca en su rostro casi lo hacía reír, la repulsión que sentían por las personas como “él” llega incluso a ser irónica y si conoces el modo de ver, incluso puede ser cómica, como ahora, que lo miraba como si se tratara de un bicho raro, la manera de pronunciar el apellido como si fuera prohibido y trajera horribles consecuencias el pronunciarlo “Pobrecita” era lo único que Gael podía pensar de aquella chiquilla, negó sonriendo de lado posando la atención en su libro, tratando de centrarse en este y tal vez terminar el trabajo rápido y poder irse del lugar, aunque la idea de molestar a su compañera le agradaba mucho y al no tener muchas oportunidades para hacerlo, no gustaba de desaprovecharlas, más cuando era tan fácil como solo sentarte cerca de ella. A veces molestar a la gente es más sencillo de lo que parece. Al menos en el caso de Gael, lo es, con el tiempo se acostumbró hasta el grado de disfrutarlo, solo, claro, cuando no lo llevan al límite.

Su sonrisa se ensancho, pero no levanto la mirada, fingió que seguía prestando atención a su trabajo, cuando en realidad había puesto toda en la respuesta que le daban, con el tiempo había aprendido que debía decir o hacer para darles más duro donde más les duele, y eso normalmente es su increíble ego y autoestima, que si apenas tus palabras rozaban cualquiera de estas dos, eran capaces de lanzársete encima, como en este caso, Vib… digo Bárthory, en alguna otra circunstancia, en una situación o ambiente diferente, ella se habría centrado en su libro y Gael en el suyo y todo hubiera seguido con normalidad, ambos detestando al otro, pero no, Gael había soltado aquello sabiendo la reacción o esperando algo parecido. Soltó una risa de completa ironía ante lo que escuchaba, levanto la mirada posándola en su acompañante, pensándose bien lo que iba a contestar - ¿Peor? Interesante, justo eso deja claro tu ignorancia y patéticas raíces puristas – dijo calmado utilizando las mismas palabras que ella le había soltado antes, decidió mantenerse calmado, siempre la calma es la mejor solución, piensas con más claridad las cosas – Aunque decir “limbo” suena como un lugar interesante en el cual estar, ¿Sabes cuantas personas “como yo” triunfan sobre gente como tú?, pero que estoy haciendo, si tus patéticas e ignorantes raíces puristas no te permitirían saber algo como eso – dijo fingiendo pena, encogiéndose de hombros. Las palabras de la castaña no le causaban ningún efecto, habían dejado de hacerlo muchos años atrás y aunque lo hicieran jamás dejaría que lo notaran. – Curioso que mi vida sea la patética, cuando eres tú la que necesita decir todo aquello para dejar claro un punto que probablemente se han repetido una y otra vez, tus padres, tus abuelos, antes de ellos. Pero, eso no lo hace verdad – cruzo las manos frente a él, mirándola un tanto divertido – Deberías reconsiderar de quien es la vida patética, si la mía, o la tuya, que no eres capaz de pensar, ver o creer más allá de lo que tus padres te dicen. – se encogió de hombros, movió la cabeza tronándose el cuello y con una media sonrisa, volvió a coger su pluma escribiendo el último párrafo que había leído.

Sonrió rodando los ojos, aunque no sintió la necesidad de levantar la mirada para que su compañera lo viera, no tenía sentido hacerlo, como no tenía sentido tampoco estar peleando con ella, como si algo de lo que dijera fuera a hacerla cambiar de opinión, la opinión que ella tenía de él, eso no pasaría en una sola platica o en las palabras que el dijeran, aunque estas fueran reales. – Soy muy divertido, sí que lo soy – dijo sonriéndole solo unos segundos bajando la mirada a sus libros volviendo a deslizar la pluma por el papel. Sabía que debía dejar de hablar, que esto no le traería nada bueno, aunque, nada podía ir peor de lo que ya era, aunque tampoco gustaba de perder el tiempo soltando palabras que probablemente solo tenían sentido en su cabeza, bueno, probablemente en la que fuera excepto en la de la chica o la de cualquiera de sus compañeros, pero no podía hacer nada por cambiarlo, aunque quisiera hacerlo y tampoco es como que lo deseara mucho. Las cosas eran como eran y ya, seguirían así por mucho tiempo, hasta que alguien decidiera cambiarlo y ese día no era hoy, esa persona no era la castaña.

Aunque mantuvo el gesto relajado aquello sí que le afecto, “destruyéndolo”, aunque el simple hecho de darle un poco de razón lo hacía sentirse mal, pero que tanta razón tenía, bueno, había participado en la destrucción de su colegio, que no solo era suyo, sino que era antiguo e importante en el mundo mágico y ahora ya no existía y una buena parte era por él. Pero, no, claro que eso no tenía nada que ver con sus  “raíces destructivas”, de hecho está muy seguro de que si sus padres se enteraban de lo que había hecho estarían más que desilusionados, pues ellos no le había enseñado a ser así. - ¿Insultarte, quien dijo que lo estaba haciendo? Claro que eso supones pues tú sí que estabas insultándome – dijo mirándola unos segundos encogiéndose de hombros, tratando de dar a entender que ella era peor que él, pero ya no sabía muy bien si eso era cierto. – Cree lo que te apetezca, digo, cree lo que las personas te han dicho que creas, por mucho que yo tenga razón jamás podrás aceptarlo, claro hasta que alguien te diga que lo hagas. – Respiro profundamente volviendo la mirada a su trabajo, tratando de centrarse en lo que los libros decían, las palabras de su compañera lo molestaban, más porque lo hacían pensarse si lo que creía ahora estaba bien, era aún más molesto pues una purista lo hacía reflexionar sobre sus acciones y ese pensamiento lo molestaba más pues seguía actuando como ellos y era todo lo que no quería hacer.