Golosinas e intimidades | Gabriel D. Spoto

No era extraño que Gabriel vagara por los pasillos sin tener un destino concreto, sin embargo si que era extraño que no estuviera con Marcus. Desde que recibió la carta anunciando su compromiso con Adhara el chico había esquivado a su gemelo como si verlo le doliera. No era así pero se conocía lo suficiente para saber que cuando se lo encontrara y charlaran durante más de diez minutos el tejón sabría que algo le escondía y la slytherin le había pedido que no le dijeran nada, no aún. Mierda, eso le pasaba por ser incapaz de negarse a las peticiones de su mejor amiga, casi siempre hacía lo que la pelirroja quería, era algo así como un muñeco que ella movía según sus deseos y peticiones y a él nunca le había importado, pero nunca había tenido que huir de su gemelo para cumplir las peticiones de su hermana postiza.

Cuando iba por el cuarto piso vio una conocida cabellera rubia doblar la esquina que daba al pasillo más vacío de todo el castillo, a no ser que fuera a la aula abandonada, lo que divertiría bastante al Spoto. Sonrió de lado antes de encaminarse hacia allí, si no había errado se trataba de Devon, una chica slytherin bastante peculiar. Abrió la puerta y sonrió nuevamente al verla allí - ¿Qué haces tan en secreto, Devon? ¿Escapas de alguien? – preguntó divertido acercándose a ella – Seguramente de algún pretendiente que no te deja en paz – añadió después negando con la cabeza, como si fuera la única explicación posible cuando está claro que es por todo menos por eso. Le gusta decir esas cosas, algunas chicas se sonrojan, otras responden con descaro y él, él se divierte hagan lo que hagan.

Se sentó a su lado y le cogió una de las barritas de chocolate que tenía en el bolsillo, dándole un mordisco antes de pedirle permiso, Devon y él no eran los mejores amigos pero en Slytherin todos sabían que la rubia era una amante devota del chocolate. Claro que eso a él poco le importaba, tenía hambre y el chocolate lucía apetitoso, además, provocar a la rubia siempre le había gustado y meterse con su chocolate era pase directo hacia la diversión.